Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 se ha observado que el número de niños que se enferman es menor que el de los adultos, y que la enfermedad que se produce es más leve en la mayoría de los casos. Revisaremos la información más actualizada sobre este tema.

En los Estados Unidos, los niños representan aproximadamente un 16 % de todos los casos de COVID-19. Sin embargo, en los últimos meses se observa un aumento en el número de niños afectados. En Venezuela, también se ha observado un aumento relativo de las consultas pediátricas por COVID-19, sobre todo a partir del inicio de las clases presenciales.

Si bien todos los niños pueden contagiarse del virus que causa la COVID-19, algunos de ellos pueden ser asintomáticos, o presentar síntomas más leves que los de los adultos. Sin embargo, los niños pueden transmitir la enfermedad a los adultos con quienes viven, causando brotes familiares. Por esto, la importancia de las medidas de prevención en este grupo.

Por otra parte, algunos niños, afortunadamente un pequeño porcentaje, menor al 2%, se pueden enfermar gravemente, con el síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico, síndrome de Kawasaki, síndrome de Guillain Barre o exacerbaciones o descompensación de enfermedades de base, tales como asma, cardiopatías, diabetes, entre otras. Podría ser necesario hospitalizarlos, o inclusive tratarlos en la unidad de cuidados intensivos.

Los niños con otras afecciones médicas, como obesidad, diabetes y asma, así como los que tienen una enfermedad cardíaca congénita, afecciones genéticas o enfermedades que afectan el sistema nervioso o el metabolismo pueden tener un mayor riesgo de enfermarse de gravedad con COVID-19.

Los síntomas más importantes que se observan en los niños son fiebre, congestión nasal, tos, dolor de garganta y diarrea. Los niños menores de 1 año y los adolescentes presentan mayor riesgo de enfermedad grave y de sufrir complicaciones. Las más frecuentes son neurológicas, como el síndrome de Guillan Barre y la encefalitis. Otras complicaciones que se observan son cardiacas, como miocarditis y pericarditis, dermatológicas, entre otras.

El diagnóstico se basa en la sospecha clínica, el antecedente de contacto con otros niños o adultos enfermos, el hisopado nasofaríngeo para las pruebas de PCR y antígeno de SARS-CoV-2. Es importante resaltar que una prueba positiva confirma el diagnostico de COVID-19, sin embargo, una prueba negativa, si los síntomas son sugestivos, no puede descartar el diagnóstico, en vista de que existen distintos factores que pueden causar un resultado falso negativo.

El tratamiento debe ser sintomático en casos leves, evitando el uso de antibióticos, esteroides y vitaminas. Solo en caso de hospitalización se consideran estas opciones, según la gravedad del caso.

La prevención es la clave del control de esta epidemia que ha causado tantos estragos en el mundo. Debe insistirse en el uso de mascarilla a partir de los 2 años, el distanciamiento social, evitar aglomeraciones de gente, lavado de manos frecuente, evitar lugares poco ventilados. La vacunación a partir de los 3 años de edad, con vacunas debidamente aprobadas, es pilar fundamental para lograr el objetivo de finalizar la pandemia.

Dra. María Eugenia Galíndez
Médico Pediatra- Infectólogo HUC
Instagram: @mariae.galindez