Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es un completo estado de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. La salud mental, es definida como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

Indudablemente que la pandemia vivida por la infección del virus Sars Cov-2 (Coronavirus) ha tenido un impacto de grandes proporciones en toda la humanidad, hasta el punto de que los trastornos mentales se consideran actualmente la segunda pandemia en curso. Los trastornos mentales más observados en este período, si nos referimos a entidades clínicas definidas, han sido: trastornos del sueño, trastornos por estrés agudo y trastornos de estrés postraumático. Ansiedad, depresión, y violencia intrafamiliar. Para aquellas personas que ya tenían un diagnóstico establecido, la pandemia y la cuarentena, en general han agravado los síntomas de este, para ellos es muy importante no descuidar sus consultas y sus tratamientos.

El alto contagio del virus, la incertidumbre, el miedo a la muerte y la pérdida de control sobre lo que creíamos “bajo control” constituyó un gran generador de miedo, estrés y ansiedad, amenazando la salud mental de la población. Así mismo la cuarentena sobre todo en los inicios de la pandemia, disminuyó el contacto social, potenció conflictos intrafamiliares a lo que se le suma la disminución en las intervenciones y programas de prevención en salud mental. La mayor incidencia en problemas de salud mental se observa en mujeres, adolescentes y adultos mayores.

Es importante señalar, que desde el punto de vista preventivo las medidas de prevención del coronavirus están muy claras: uso adecuado de la mascarilla, lavado frecuente de manos y distanciamiento físico. Sin embargo, en cuanto a salud mental las medidas preventivas no son tan precisas, pero debemos tener en cuenta que conservar las horas de sueño en cuanto a cantidad y calidad del mismo; así como la actividad física regular y la dieta balanceada, previenen – indudablemente – problemas físicos, pero también emocionales.

Las alteraciones del sueño, particularmente el insomnio, ha sido una de las entidades más prevalentes en la población general, en este período en donde tanto las actividades laborales como escolares se realizan desde nuestros hogares, lo cual alteró las rutinas y entre ellas las horas de acostarnos y despertarnos. Es importante que observemos las medidas de higiene del sueño tales como:
Tener una hora fija de acostarnos y levantarnos.
El sueño nocturno fisiológicamente es el más reparador.
No utilizar aparatos electrónicos (celulares, tabletas, computadoras) por lo menos una hora antes de irnos a la cama.
Cenar tres horas antes de acostarnos y una comida ligera, no pesada.
Habitación lo más adecuada posible en cuanto a luz, temperatura y ruido.
No trabajar en nuestra habitación y mucho menos en la cama; la cama es solo para descansar y dormir.
Tomar una ducha de agua tibia si es posible antes de acostarnos.

Si bien la cuarentena debido a la pandemia nos aisló en nuestros hogares, un número importante de personas comenzó o continuó la actividad física desde sus casas, otro importante número se mantuvo en sedentarismo, modificó sus hábitos alimentarios y aumentó de peso. Para un adulto promedio normal el tiempo dedicado a la actividad física (cardiovascular, funcional y de tonificación) debe ser como mínimo 30 minutos 5 veces a la semana o 45 tres veces a la semana.

Varios estudios han reportado cambios importantes en los hábitos alimentarios de la población general durante la pandemia. De 1.259 adultos encuestado online en agosto de 2020, el 63.2% reportó haber tenido cambios en sus hábitos de alimentación en los cuatro meses previos y de estos el 58% experimentó variación en el peso (40.5 aumento, 17.8 disminución), refiriendo un aumento importante en la ingesta de carbohidratos, comida chatarra y chucherías, así como café, té y bebidas alcohólicas. En situaciones de ansiedad muchas veces utilizamos la comida como “ansiolítico” al igual que las bebidas alcohólicas como hipnóticos, pudiendo esto desencadenar conductas adictivas nocivas para nuestra salud tanto física como mental; es importante evitar estas conductas.

De particular interés es el grupo de niños y adolescentes a quienes les ha tocado continuar sus labores académicas en sus respectivos hogares; esto, aparte de un estrés para todo el grupo familiar, ha promovido más el aislamiento y mayor número de horas en las redes sociales. Es recomendable el acompañamiento y la supervisión de esta actividad en los niños y jóvenes, estableciendo horarios adecuados de “desconexión” y evitar así tanto conductas adictivas a la tecnología como incursión en páginas de contenido poco saludables.

A pesar de las restricciones es importante no aislarnos social ni familiarmente, es adecuado usar los medios tecnológicos de los que disponemos hoy día y también las reuniones en persona manteniendo las medidas preventivas.

Síntomas de alarma, cuando pedir ayuda:
Irritabilidad
Insomnio
Tristeza, desgano, apatía.
Pérdida de placer en las actividades que previamente lo eran
No verle sentido a la vida
Ideas fijas con respecto a la muerte o suicidio
Miedo paralizante
Aislamiento
Estos son síntomas importantes que nos indican la necesidad de pedir ayuda de manera precoz al personal de salud competente. Tanto la angustia anticipatoria como la nostalgia del pasado no son de ayuda, vivir el presente de manera consciente, valorando lo que sí tenemos y no de lo que carecemos, es uno de los principios más importantes de la salud mental, al igual que la identificación y el manejo adecuado de las emociones negativas tales como el miedo, la rabia y la tristeza.

A manera de conclusión general: El estrés es inevitable y no está en nuestras manos controlarlo de manera absoluta, pero el cómo manejemos las inevitables situaciones estresantes de la vida sí depende de nosotros, pudiendo lograr que las mismas se transformen en enfermedad o se conviertan en oportunidades de aprendizaje, cambio y crecimiento.
Las crisis son oportunidades, cuidemos de nuestra salud tanto física como mental y aprovechemos las circunstancias que nos ofrece la vida para transitarla en bienestar y ayuda a los demás.

Dr. Ernesto Rodríguez
Médico Internista y Psiquiatra
Hospital Universitario de Caracas
Instituto de Medicina Integral- San Bernardino
Instagram: psiquia360